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El
ex dictador Jorge Rafael Videla admitió por primera vez que su
dictadura mató a "siete mil u ocho mil personas" que estaban
detenidas o secuestradas y que hizo desaparecer sus restos "para no
provocar protestas dentro y fuera del país. Cada desaparición puede ser entendida
ciertamente como el enmascaramiento, el disimulo, de una muerte".
"No
había otra solución; (en la cúpula militar) estábamos de acuerdo en que era el
precio a pagar para ganar la guerra contra la subversión y necesitábamos que no
fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta. Había que eliminar a un
conjunto grande de personas que no podían ser llevadas a la justicia ni tampoco
fusiladas", señaló.
Videla
hizo estas declaraciones al periodista Ceferino Reato para el libro Disposición Final, la confesión de Videla sobre
los desaparecidos , en el cual el ex dictador describe en forma detallada el
"método" utilizado durante la represión ilegal, justifica el uso de
la tortura y destaca la influencia de la llamada Doctrina Francesa en la lucha
contra las guerrillas.
Reato
entrevistó a Videla durante veinte horas entre octubre de 2011 y marzo de 2012
en la celda número 5 de la prisión federal de Campo de Mayo. Videla también
reconoce que hizo desaparecer cuerpos de personas muertas en tiroteos, como el
del jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Mario Santucho, porque
"era una persona que generaba expectativas; la aparición de ese cuerpo iba
a dar lugar a homenajes, a celebraciones. Era una figura que había que
opacar".
"La
frase "Solución Final" nunca se usó. "Disposición Final"
fue una frase más utilizada; son dos palabras muy militares y significan sacar
de servicio una cosa por inservible. Cuando, por ejemplo, se habla de una ropa
que ya no se usa o no sirve porque está gastada, pasa a Disposición Final",
señala Videla.
El
libro incluye testimonios de otros jefes militares, guerrilleros, políticos,
funcionarios y sindicalistas que permiten reconstruir el contexto histórico en
el que Videla y sus tropas decidieron tomar el poder, el 24 de marzo de 1976, y
matar y hacer desaparecer los restos de las miles de personas a las que
consideraban "irrecuperables".
Además,
explica que el país fue dividido en cinco "zonas" ya antes del golpe
del 24 de marzo de 1976, y que el jefe de cada uno de esos territorios ordenó
entre enero y febrero de aquel año la confección de las listas de personas que
debían ser detenidas inmediatamente después del derrocamiento de la presidenta
Isabel Perón.
Según
militares consultados, esas listas fueron integradas por "líderes
sociales" y por "subversivos", cuyos nombres fueron aportados
por los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas y de Seguridad pero
también por empresarios y ejecutivos, sindicalistas, funcionarios nacionales y
provinciales, profesores y dirigentes políticos y estudiantiles. La mayoría de
los muertos y desaparecidos proviene de esas listas.
"Pongamos
que eran siete mil u ocho mil las personas que debían morir para ganar la
guerra contra la subversión", asegura Videla en el libro. "Por su
preparación militar e ideológica, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)
era más enemigo que Montoneros; era algo ajeno, otra cosa. Montoneros guardaba
algo del nacionalismo, del catolicismo, del peronismo con el que había
nacido", señala el ex dictador.
En
otro punto del libro, Videla afirma: "No hay listas con el destino final
de los desaparecidos. Podría haber listas parciales, pero desprolijas. Nuestro
objetivo era disciplinar a una sociedad anarquizada. Con respecto al peronismo,
salir de una visión populista, demagógica; con relación a la economía, ir a una
economía de mercado, liberal. Queríamos también disciplinar al sindicalismo y
al capitalismo prebendario".
"Dios
sabe lo que hace, por qué lo hace y para qué lo hace. Yo acepto la voluntad de
Dios. Creo que Dios nunca me soltó la mano", le dijo a Reato el ex
dictador.
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luisreta2012@yahoo.com.ar
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